Escribiré la luz de tu mirada
en la piel nacarada de este tiempo,
tersa,
como tus manos cuidadosas,
dulce,
como el cristal, avaro de reflejos.
Y no sé si será apacible el viento
de leerlo,
o si será de nube
la melodiosa sangre de palabras,
la arquitectura densa,
suave y deliciosa,
con que tu boca evocará mi cuerpo.
Deja, mi amor, la pulpa llena
de besarte, la oscura luz
de imaginarte,
en este mudo espejo,
insípido e indigno
de tu placer desnudo y tu recuerdo.
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