miércoles, 30 de enero de 2013

Carta a un ex alumno de Filología Catalana, profesor en Sinera


Querido...:
Espero que no interpretes el participio como una mera salutación retórica, pues últimamente estoy ya tan alienado que me da por pensar en querer a todos los alumnos por igual. Bueno, aquí sí que hay cierta exageración, pero no pienso precisarla más.
El caso es que me queda estrecho un tuit o pío pío, que es nombre de papa, para pedirte un extraño y nunca visto favor. Y es ello que me anda por la cabeza la fúnebre pasión de visitar tumbas de poetas muertos, no precisamente con ánimo de incorporarme demasiado pronto a dicho club, como muy bien podrás imaginar. Me falta tanto para poeta como espero que para muerto... Y nunca he querido pertenecer a ningún club en que me admitieran como miembro, mucho más si el ingreso es tan obligatorio como inútil.
Pero dejando estas tonterías, y ahora que no nos lee nadie: ¿cómo me aconsejarías que visitara el cementerio de esa villa costera? Yo ya iría a Colliure, pero como queda más allá de la frontera y los gendarmes son gente por lo común de mala catadura y escaso don de lenguas románicas no norteñas, comprenderás que me conforme con pagar alguna zona menos de billete y empezar a desenterrar recuerdos a este lado de la Paz de los Pirineos. El cómo, con que te preguntaba, venía a querer decir en qué mes del año y a qué hora el paseo por esas alturas es más reconfortante y sanamente laberíntico.
Te imagino ocupadísimo cosiendo banderas para pasadito mañana como quien dice, al modo de Marianita Pineda, cuyo destino no sé bien si conoces, republicano como eres y no demasiado desmemoriado, según creo. Supe el otro día que Ventura Gassol estudió para cura en Tarragona. Que se despedía en sus cartas de exiliado en Francia con un cariñoso saludo a su primo, rematado más o menos de este tenor: tuyo en Cataluña, y firmaba. Sospeché que cambió el Crucificado por la bandera, pues los curas que me enseñaban de niño a buscar pasajes evangélicos siempre coronaban sus cartas con un "tuyo en Cristo Jesús", etc. Se ve que lo destituyó la FAI, Companys volente, porque se empeñaba en salvar cuantos curas pudo en los inicios de aquella infausta guerra.
Allí en tu pueblo yace Espriu, de quien se burló ignominiosamente cierto jovencísimo y terrible infante entonces, que responde aún al nombre de Quim Monzó, cuando por aquellos años de mil novecientos setenta y seis, o setenta y siete, Salvador se atrevió a publicar que desoficializar en Cataluña el castellano sería una ofensa torpe y absurda inferida al corazón de muchos catalanes. El mismo Quim que se embolsa ahora subvenciones públicas por publicar artículos bilingües, y pretendidamente ingeniosos, en el periódico de Josep Pla. Sí, ese, ese mismo.
Bueno, pues ese otro, Salvador, digo, se ve que no sólo leyó con provecho al alicantino Gabriel Miró, sino que lo imitó juvenilmente en una temprana obra de estampas bíblicas, llamada Israel y escrita en la lengua de Cervantes. Y se cuenta, además, que aún insistió en publicar otra obra en castellano allá por 1943, no recuerdo bien si inspirada en su viaje a Sevilla. Sí, hombre, la ciudad de la Maestranza, la misma plaza donde los anarquistas sevillanos vitorearon a un taurófilo notable, ese que fusilaron en el Monte de los Judíos...
Que me voy del tema. Nada. Solo quería un pequeño consejo, porque todos estos detalles no son del caso. Quiero pasear por un cementerio, mirar el mar y el cielo, solo eso. No hablar mal de los muertos. Mejor que descansen en sus tumbas. Y que despierte el alma dormida recordando aquel poemario que se llama Final del Laberint, del que no hace mucho un profesor, casi jubilado, me dio una clave: detrás del muro de la poesía de Salvador, se oye la voz de Juan de Yepes. Es la reconstrucción de una mística ausente, hecha por un gran lector de la Biblia del Oso, la que tradujo un monje sevillano perseguido por el Santo Oficio... Bueno, pues que Juan de la Cruz anda al otro lado, detrás de la reja de la puerta del Camposanto. Y mira, cuando Raimon me cantaba a cau d'orella l'altre dia els versos "he mirat aquesta terra..." vaig pensar que el subjecte de totes les estrofes no és pas Salvador, sinó el Salvador, el Crist, a qui passejaven els sinerencs cada primavera, cada estiu, cada tardor, cada hivern. El Crist que mirava aquesta Sepharad nostra, ara tan mal governada com deixada de la Seva mà. El Crist que es despenjava de les forques senyorials de la Paraula, per tal de veure'ns, a tots nosaltres, al peu de la seva creu, per escoltar tots els seus morts, tan contents d'estar sempre junts... I la reja pentinava els records de la terra, com deia Miguel, recordes? "Volverás al arrullo de las rejas / de los enamorados labradores. / Alegrarás la sombra de mis cejas. / Y tu sangre se irá, a cada lado, / disputando tu novia y las abejas." Miguel, el alicantino de Orihuela. Puedes oír su voz aún, si tienes buen cuidado. Y también detrás de Miguel está Juan de Yepes. Y Garcilaso. Y Horacio. Y Píndaro, del que dicen que se alimentaba de niño de la miel de las abejas, mágicamente.
Solo son nombres. Solo nombres desnudos tenemos. Nomina nuda habemus. Y tienen los librillos sus destinos. Habent sua fata libelli. Es el final de este laberinto. Sé que no te hará falta el hilo de Ariadna para entender mi canción. Siempre pensé que no pude dar todo a mis alumnos. Y en cuanto encuentro alguno, necesito compensarlo. Es la querencia que uno tiene.
Tuyo, en Sepharad,
Benjamín

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