Y fue hermoso que tus ojos dibujaran el perfil preciso y engalanado del horizonte, que pusieran los discos oscuros de tus amaneceres en la fragancia antigua de mis ojos que te miraban como desde detrás del tiempo y de las caricias que el aire dibujaba delicadamente. El viento, saliendo de la oscuridad más silenciosa, queriendo abrazarte con sus brazos de agua, sus manos vaporosas, sus dedos de recuerdo y de olvido.
Y entonces fue el verso, que iba tejiendo en torno a vos las redes, iba prendiendo dentro de tus pupilas la candela antigua del amor, ese pez que nada y lo atrapás con la mano y se escurre y se resbala y emprende su huida vivaz por el río del tiempo, su plateada estela de reflejos evocados.
Recordá, Maga, porque para vos la memoria es como un espacio frágil, un cesto de mimbres destrabados. Y tenés que recordar, tenés que sentir tu mano en las mías, esa manera de decirte que no será ya nunca el beso, que no me dibujarás con tu sonrisa la manera como mis labios ansiarán desposarte a vos la boca. Y sin embargo veo, recordás, veo que reposa, que tu mano duerme en las mías, que vos sonreís y decís adiós pero tu mano me decía hola y no te vayas, vení conmigo, vení de mi lado porque son las noches como profundas simas de agua negra y es tu mano la que enciende una luz, la que prende chispitas de deseo que me llenan de agua fresca la boca. Vení porque dormir en tus brazos es como acunar las pesadillas antiguas, es como que me encendés la luz para volver a beber a oscuras, con los pies descalzos sobre el piso frío de la cocina.
Y entonces, Maga, si eres niña para vos y para mí, si reino en el deseo de volver allá donde los sueños y los juegos esparcen como una melodía de tiovivo, un dar vueltas que no para nunca, entonces, en ese entonces soy dichoso y es lindo escribir y es lindo volver a verte aun con los ojos silenciosos del recuerdo. Y es hermoso amarte y tener toda la vida por delante para dar vueltas con vos subidos al caballito de los versos y las cartas, de las miradas y los besos besados. Esos besos que llueven de tu boca como relámpagos de olas amarillas y rojas, como que me besás desde más allá, pero viniendo acá, acá para siempre, Maga, para todos los latidos y los despertares que nos quedan de amarnos.