martes, 8 de marzo de 2016

La destrucción del Bachillerato

Por casualidad, caigo en una página de internet donde pueden consultarse los Anuarios de un Instituto de Secundaria. Elijo los extremos, de 1995 y 2013. Y la sensación, no por previsible, es menos desoladora. Un barrio obrero de Zaragoza que ha visto cómo se le birla el acceso a profesiones y estudios superiores y se le cambian por las baratijas de la integración, la solidaridad y otras misas para indígenas. En efecto, la llamada renovación pedagógica ha producido en toda España una indigenización galopante del proletariado urbano, erigiendo contra sus miembros jóvenes un muro de contención que dificulta enormemente cualquier posibilidad de progreso social o de promoción personal y cultural. La formación queda convertida en una carrera de obstáculos, en la que el buenismo entontecedor absorbe la imagen que el individuo traza de sí en todo proceso de aprendizaje. Una clara prueba de ello queda simbolizada en mis compañeros: de un sexteto pujante de profesores de lenguas clásicas pasamos a un solo superviviente, mientras el departamento de pedagogas ("orientación", en su jerigonza) se multiplica por seis. Forma parte de la estrategia de psiquiatrización de la clase obrera, la creación de falsos problemas y su multiplicación artificial por brujos profesionales adiestrados, que actúan como auténticos evangelizadores en tierra americana. Son la vanguardia del ejército medievalizador de la sociedad moderna. Restituyen a los obreros a sus manualidades, sus talleres de chapitas y cajitas, en vez de las conferencias universitarias de 1995, y les emborrachan con el whisky desidentificador de las TDAs medicalizadas, las diversidades, los síndromes, las tutorías compulsivas, que los transforman en carnaza para los buitres a sueldo, especializados en la infantilización del proletariado bajo el estandarte del progreso educativo. Realmente, todo un proceso de ingeniería social, que, si bien se piensa, propende a fabricar una sociedad estamental, sin horizontes, que se avenga fácilmente a las tiranías populistas de neomarxismos o neoliberalismos, máscaras retóricas equivalentes, soluciones aparentemente contradictorias que no dejan de ser cómplices en la deshumanización rampante, las dos caras de una misma moneda de alienación, mixtificación y bestialización social en progreso imparable.

1 comentario:

  1. Debo decir que tengo una idea parecida a la que se muestra en este texto, sin embargo nunca me había planteado verla desde esa perspectiva, no me había atrevido a detallar claramente ese concepto general que, como estudiante joven con un poco de luces, me indigna de manera semejante. Comparto la sensación de que la sociedad vive en una falsa realidad de progreso. Nos hacen creer que se nos ha dotado de libertades, haciendo así de nuestras personas unos ciudadanos medianamente contentos, satisfechos por ese pequeño poder de decisión. Pero toda esa patraña no es más que una estrategia para mantenernos al margen y reducir el deseo de un mundo justo.
    Lo referido a la educación forma parte de esa estrategia. Nos arrebatan la cultura, el conocimiento, pero lo disfrazan de atención al ciudadano. Los peces gordos que manipulan todo esto solo quieren "paletos" para seguir aprovechándose de ellos, exprimir la mano de obra y enriquecerse. Un pueblo inculto es lo mejor para este sistema.

    ResponderEliminar