miércoles, 1 de agosto de 2012

Praga (I)

Es posible que los lugares hablen. Que tengan poder de rescatar viejas sensaciones, impresiones a la deriva, de encajarlas en un marco exacto, donde de repente los tonos se despiertan, los matices; donde reviven la perspectiva exacta, el color nativo, ahondando la profundidad perdida.
Entonces recobramos una patria interior. Es la textura pulida del alma, que siente que se amoldan sus pasos en la arena conocida. Y el dolor vibra, agradable, sencillo. Un gozo desbocadamente vital, la lágrima que tienta, jugosa muchedumbre de fuegos en los ojos, hormigueando para hacer brotar su llama y su delirio.
Tiempo de reconocer y sentir la propia vida, en la quietud intensa del instante, sabiéndonos mortales tan apenas, mendigos del placer y de la dicha, pordioseros de la luz, hermanos dulcemente, aún vivos, del dolor y la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario