lunes, 30 de julio de 2012

Militia amoris

Amor, tengo en las manos destellos, combatientes secretos de silencio y de noche. Juguetean en las yemas de los dedos, se camuflan luego en el teclado y los busco como loco para que no se me fuguen. Son pequeñas luces oscuras, ruidos callados: se desprendían de la preciosa patria de tu piel mientras dormías. Ahora hacen incursiones en las palabras escritas, y desembarcan en mis ojos cuando los restriego para borrar los caminos del sueño.

Pero eso no es todo. No, pues en la boca me escuecen diminutos soldados del deseo: los besos que no he podido darte, y los recuerdos, traidores, de cada parte de tu cuerpo que he lamido y rozado y mordido. Espían mi descuido y se ensañan en mi corazón con sus armas, fabricadas de tu ausencia.

Por qué pertrechas este ejército que me hiere, tan dulcemente. Desde qué frontera secreta aprovisionas sus expediciones, destructivas y deliciosas. En qué acuerdos has establecido que el campo de batalla sea mi almohada, insomne y acribillada de memorias, de la invasora y honda imagen de tu huella.

No quiero tregua ni armisticio. Salvaré mi honor al combatir  esta muerte en carne viva, esta vida de agresión y placer, ocupada ya por la agonía inexorable del deseo.

Que mi amor sea, rendidamente, tu más hermosa victoria.

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