martes, 27 de diciembre de 2011

Los recortes de Rajoy

Hace algún tiempo que no comento la actualidad política, al menos de manera directa. Pero quizá es momento de cambiar de tercio. Veamos cómo sale el intento.

Nos movemos en un contexto nuevo en cuanto a la forma como las contradicciones emergen. Ya no podemos valernos del adanismo adolescente del enormísimo Cronopio Zapatero para rasgarnos –con cierto alivio autoexculpatorio– las vestiduras por la manera como un gobierno sin estómago ni oficio digiere y representa la crisis en una gesticulación impotente y asombrada al borde del vómito. Ahora es la derecha real de los mercados la que ocupa todo el poder, la ortodoxia económica trajeada y bien alimentada, que no podrá por demasiado tiempo continuar con sus lamentos y maldiciones de profetismo jeremíaco.

Todo el poder para los buenos, clama el pueblo en las urnas. Y los buenos se agolpan en el reparto de canonjías, beneficios y covachuelas, mientras cacarean austeridad, besan todo lo besable de nuestra conspicua y honrada monarquía y preparan el desembarco en los boletines oficiales y en las tertulias laudatorias. De momento, los administradores de esta gran nación con una mano congelan los sueldos de los funcionarios, mientras con la otra, la autonómica, la mano tonta de las taifas, recortan decididos y hacen trizas la previsible y desganada rebelión, puramente administrativa, de la casta paniaguada.

Y ahorraremos en salud y educación de manera generalizada, claro está, e injusta, sin abordar los abusos de un estado generoso hasta el suicidio económico. El Partido Popular a buen seguro que no meterá su tijera saneadora en el traje de algunas políticas, llamadas sociales, pero que en realidad financian la vagancia estructural de los planes del desempleo ruralizante, el parasitismo cebón del turismo sanitario, la funcionarización invisible de un pseudoproletariado inmigrante que se amamanta en las ayudas de todos los niveles administrativos, mientras torea legislaciones tan absurdamente restrictivas en la letra como inaplicables en los hechos gracias al inextirpable tumor de la mala conciencia colectiva.

Y como estas verdades nunca podrán decirse ante una izquierda vigilante de su patrimonio simbólico, como es la cultura de la subvención infinita, serán los trabajadores del estado defensor de la auto sangría los que se vean progresivamente reducidos a la condición de asalariados minorizados, entre congelaciones estatales, recortes autonómicos, inflaciones subyacentes y emergentes y todo tipo de maquillajes funerarios con que los nuevos gobernantes se aprestan a presentar el cadáver de este estado social y democrático de derecho.

¿O es todo lo contrario?

3 comentarios:

  1. Como en las llanuras rasas sin abrigo donde el hombre no encuentra protección, así en las sociedades supuestamente igualitarias en las que el hombre no hace más que sufrir la inclemencia del otro.

    Y no hay problemas con las protestas. Cada cual puede decir lo que quiera porque hoy todos, más o menos, malpensamos igual.

    Saludos.
    Luc

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  2. Hombre, Benjamín, cambia el sistema de publicación, vaya coñazo.

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  3. No sé si entiendo bien el comentario. Pero lo mismo me pasa con mi propia entrada, así que dejemos que los intérpretes ideológicamente puros nos proporcionen las aclaraciones pertinentes. En el supuesto de que existan y se molesten en ello, claro...

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