Donde mi nombre beba
la niebla del silencio,
la sequedad ausente,
la mancha negra de una luna yerta.
En los rumores secos
de páginas en vela
por quebradizos pétalos latentes.
En la extensa quietud del cielo oscuro
o ya en la misma boca
de la cueva en que duerma
la sombra de mi voz descaminada.
Donde habite el olvido
y sea el único alimento; y el deseo
una herida me sea
sin cuerpo ni dolor:
en ese espacio, amor, anhelo
esperar para siempre sin descanso.
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