lunes, 8 de junio de 2009

Sunion


Miras, abajo, las olas:
suaves, espumosas.
Acarician los mármoles
levemente azulados,
los trozos derrotados,
matizada blancura
inútil ya y rendida.

Quisieras
el divino poder
de alzarlos en tus manos
piadosamente
para trabar de nuevo el bosque detenido
de columnas altivas y sagradas.

El viento busca en vano los recuerdos
de ramas, voces, ecos.
Encuentra erguida apenas
la escasa desnudez escueta
de los troncos de piedra acanalada.

Sus cortezas aún musitan, inermes,
nombres, como heridas
de espuria eternidad.

Oyes el mar. Y comprendes:
restañará las sacrílegas palabras
con la paciencia de sus labios,
y hundirá para siempre
en su vientre infinito la memoria.

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