No ha resultado flor de un día el apunte republicano. Sino al contrario: una especie de terremoto en el que se mezclan sentimientos antiguos, intuiciones emocionales, sorpresas que rompen con aislacionismos propios y ya de un cierto tiempo. Pero lo cierto es que no tengo, a estas alturas de la vida, un utillaje presto para operar en proyectos colectivos, sino más bien la sensación de haberme hecho definitivamente incompatible con rebaños, tropas y comunidades. De hecho, solo de oír la palabra comunidad ya me malicio que quien la pronuncia lo que quiere es ser abad de despacho, mandamás de oficina, íncubo y súcubo de pesadillas que él nunca dormirá, pero prescribirá como si fueran el Sueño Dulce entre los Sueños.
Así que bienvenidas las ideas que se esgrimen en bien de todos, pero para compartirlas en pie de igualdad, los derechos cadaunados , y en modo alguno mancomunados o por ejercer en comandita y pesebre. No vayamos a volver a comulgar con ranchos y aguachirles como los que la izquierda en uso ha acabado dispensando a sus iguales desde la cómoda tribuna preferente de un poder hipócrita y cansino.
Que no está uno para dejarse llevar caminito de Jerez por trileros escapistas como los tan poderosos hoy prebostes de la izquierda rancia y blanqueada.
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