martes, 17 de junio de 2008
Copa de museo
En esta copa refugiaban
muchas bocas su ardor y su tormento,
zozobrando sedientas
en la espuma del vino desde el beso.
Temblaba de fatiga y de deseo
la repentina soledad
del labio entumecido,
mientras desdibujaba el tiempo
al atleta desnudo sobre el fondo.
Fotografían curiosos la figura.
No derrama ya el vino en el crepúsculo
sus rojizos gorjeos y murmullos.
Aísla la vitrina
una humedad exacta que no turban
ecos de versos o de risas,
cantos o danzas. En la tibia huella
de unos labios amados dulcemente
no se adhieren de nuevo
labios amantes. Pero tus ojos,
como abejas al sol de mediodía,
han de extraer el polen más secreto,
para vestir tu boca
del perfume de miel, de vino y rosas.
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