jueves, 5 de junio de 2008

Berlín, 1945



Correr, ya para qué. Bajo los cuerpos
se extiende el queroseno, lentamente.
Buscabas otras veces la sorpresa,
el miedo o el dolor petrificados.
De las pilas de muertos no se elevan
las llamas como lenguas gigantescas.
Las explosiones, golpes de la sombra,
devoran el silencio y el estruendo
hace temblar los muros. Y recuerdas:
desfiles, marchas, gritos. Y sonrisas,
sonrisas en los rostros de muchachas
que ahora se aplastan en montones
que nadie quemará. Salve, Alemania, sí,
sobre todas las cosas. Hoy tus hijos
nutrirán los germánicos infiernos,
milenarias ciudades y mansiones
de ceniza y de olvido. El uniforme
te arrancas a tirones. Y desnudo,
lanzas aullidos, llantos, maldiciones,
plegarias para un dios desconocido.
Y ruegas, con fervor, que en ti deshaga
la monstruosa creación del hombre.

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