Se hundió estridente
la espada.
Y el sol se puso
en sus ojos desnudos.
La sangre, negra y cálida,
rezumaba espesa,
buscando
el acre olor oscuro,
el umbrío regazo de Aqueronte.
Y los labios temblaban
de sed y de deseo.
Pero el alma
rasgó su vuelo prematuro.
en sus ojos desnudos.
La sangre, negra y cálida,
rezumaba espesa,
buscando
el acre olor oscuro,
el umbrío regazo de Aqueronte.
Y los labios temblaban
de sed y de deseo.
Pero el alma
rasgó su vuelo prematuro.
Grande iba
ya Elisa entre las sombras.
ya Elisa entre las sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario