viernes, 14 de diciembre de 2007

Sarkozy y la democracia española


No quisiera parecer demasiado susceptible, y sin embargo he creído percibir cierta indulgencia paternalista en la expresión del presidente francés, tan comentada y apreciada por su respaldo enfático a la lucha contra el terrorismo de ETA. Si los medios la han reproducido fielmente, afirmaba con rotundidad que los enemigos de la democracia española son enemigos de Francia. ¿Es suspicaz pensar que tras la expresión "democracia española" hay una velada justificación retroactiva del apoyo francés a los etarras en tiempos de la dictadura de Franco? ¿Que Francia se presenta en las palabras de Sarkozy como una constante histórica rectilínea, un personaje histórico de una pieza, encarnado en su presidente como antaño en sus monarcas absolutos, más allá de las formas de estado que haya adoptado, cuya hostilidad ha de hacer temblar a cualquiera que sea designado enemigo? ¿Que España merece consideración y colaboración en la medida en que Francia, ejemplar y genuinamente democrática y republicana, apruebe el pedigrí político de sus vecinos del sur?

Y, sinceramente, no creo que el presidente francés se exprese en estos términos de una manera personal, sino que realmente refleja el modo de pensar en torno a España, cuajado por mucho tiempo en la mentalidad europea. Tantos años insistiendo en la ejemplaridad de nuestra "transición" han servido para consolidar una imagen de democracia perpetuamente reciente, eternamente adolescente, necesitada de esas palmaditas en la espalda que subliminalmente le concede la pletórica voz del inquilino del Elíseo. Y desde luego la continuidad de ETA no hace más que alimentar esa imagen de equilibrio político nunca plenamente alcanzado, en un estado como el nuestro, que continuamente teje y desteje la estructura del reparto de poder entre las entidades autonómicas y el estado.

Triste destino el de España, que despierta la atención internacional en la medida en que la pervivencia del terrorismo interno contrasta con las amenazas emergentes en el resto de Europa, sentidas como ajenas, extranjeras, por más que los verdugos de los autobuses de Londres o los incendiarios de las barriadas francesas sean ciudadanos comunitarios.

Pero es que la violencia tiene la virtud siempre de hacer emerger fronteras en el pensamiento y la palabra, sutiles distinciones que ponen de manifiesto la difícil demarcación entre lo que sentimos como propio y lo que consideramos ajeno. Democracia, Islam, terrorismo, Francia... Palabras que van a seguir marcando y polarizando el pensamiento y la práctica política, más allá de la llamada Unión Europea, más allá de las maneras diplomáticas y las nacionalidades que a cada cual le asigne el pasaporte.

1 comentario:

  1. Hola. Sóc la Núria, segueixo el que escrius encara que no te n'havia dit res. Avui la notícia xocant sobre Sarkozy és que està sortint amb la Carla Bruni. No tinc res contra Sarkozy, però la Carla Bruni m'agrada molt -té alguna versió de Brassens- i en fi... és una mica com la bella i bèstia. Però el que volia dir és que tens raó, crec, respecta la consideració que els països europeus clàssics tenen envers Espanya. Per sort ("per sort"), ara ja tenim les democràcies de l'Europa de l'Est per poder també sentir-nos superiors.

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