penden los corazones aherrojados
como maniaca estirpe de lamentos
como tromba de herrumbres y sollozos.
Gimen sus eslabones renegridos,
sus oxidados llantos y prisiones:
la bastilla en que sueñan con tu cuerpo,
tu pan de claridad endurecida.
Y a tu carne conjuran guillotinas;
a tu cuello las bocas presidiarias
besos hoscos prometen en los muros.
Han de vengar su pena devorando
los montes de tu pecho embravecido,
las luces de tus ojos absolutos.
De repente he sentido brotar sonidos e imágenes, en una especie de soneto sin rima que ahora me parece debe cosas a lecturas que hacía tiempo no afloraban: me recuerda a Baudelaire. Es una flor maldita, que con más o menos diabólica galantería ha venido a prenderse en este blog, que crece, pues, mestizo, político, demoníaco o delicado. No soy quién para juzgarlo. Quede para ti, lector, el luctuoso deber de dictar sentencia. A mí me reservo el placer de escribir, de provocar.
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