Mucho he pensado antes de atreverme a escribir. Y me temo que tanto pensar no me ha llevado a ninguna parte segura. A ningún puerto acogedor desde el que zarpar con rumbo claro en las ideas. Así que este post no será, probablemente, definitivo. Sino solamente una tentativa.
Ahora, precisamente, leo dos libros en cierto modo complementarios: Las benévolas, que ya ha suscitado un par de comentarios, y una biografía de Miguel Hernández. Complementarios por el punto de vista militante que los autores adoptan en esa extraña y convulsa época de las guerras, mundial y española.
Mi visión de la guerra de España se ha matizado mucho en los últimos años. De un fervoroso izquierdismo de la adolescencia, he llegado, después, a abandonar la trampa de la identificación militante y maniquea para tratar de comprender a fondo el sentido de toda aquella mezcla de barbarie asesina e idealismo ingenuamente agresivo, en ambos bandos. Imaginar los bautizos clandestinos de la Barcelona anarquista, en la que esconder una patena o un cáliz podía suponer la muerte de una familia. Sentir el miedo y el perdón de un maestro republicano cuando es arrastrado por pistoleros facinerosos a la tapia de un cementerio o a la cuneta de una carretera. El horror y la venganza de la dinamita asesina en las manos de una mujer ninguneada por patronos, encallecidas su piel y su alma joven, violentado su cuerpo por el infaltable señorito. Las manos de un sacerdote que bendicen en nombre de Jesús de Nazaret los fusiles y las bayonetas, anegada el alma de la sangre de una hermana religiosa asesinada. La tranquila seguridad de los generales en mover cientos y cientos de peones en el tablero de la muerte. La metralla que se enquista en las entrañas de los niños sin lágrimas, agonizantes en el Madrid bombardeado. Todo ese dolor, toda esa sangre no puede ocultarse bajo las frases altisonantes de una ley que pretende hacer justicia. Bajo el silencio de quienes prefieren no remover el lodo, no tentar cicatrices.
Y no quisiera pecar de una falsa equidistancia o neutralismo. Sería hipócritamente desleal a mí mismo. Si pongo ahora entre paréntesis mi pensamiento es porque solo quiero sentir toda esa sangre, todo ese dolor como algo propio. Toda la injusticia como la trágica consecuencia no solo de la barbarie, sino también del ciego idealismo. Que puede ser fácilmente objeto de comprensión o perdón, cuando es quizá la llave que abre la puerta de la destrucción y el odio. El bendito idealismo. El maldito idealismo. Una época de ideas y pasiones, se nos dice de los años treinta del siglo XX. Una época capaz de acumular en España, en Europa quizá la más numerosa cantidad de cadáveres que la historia recuerda. Y eso es, ya, memoria histórica.
Dolor, dolor y más dolor. Esta ley es típicamente española en el sentido que ni los propios legisladores conocen si es un salto hacia delante o hacia atrás. Los objetivos de la ley pertenecen a un ámbito en el que el Estado no debería intervenir. Al fin y al cabo lo único que nos queda somos nosotros mismos, nuestros pensamientos y nuestras acciones, ahora salvaguardadas por la Constitución.
ResponderEliminarYa se sabe de antemano que por mucho que sea eficaz, nunca será eficiente. Reabrir heridas de guerra inútilmente... Si quieren reparar familias que desentierren las fosas comunas y que se reconozcan como crímenes todos los asesinatos, sin superioridad ni inferioridad, todos los muertos, una vez muertos son iguales.
Hay muchas maneras de gobernar, de participar, de deliberar, de decidir. Pero como mínimo ha surgido un tema largamente olvidado y necesario. Los legisladores deberían separar emociones de su quehacer diario. Las leyes, como normas jurídicas escritas que son, no deberían intentar modificar los pensamientos individuales, y menos de este modo tan perfeccionista.
Desgraciados aquellos que lo intenten.
Fabrizio del Dongo
Escribo aquí un año después de que crearas la entrada y días después de escribir la mía, hablando del mismo tema. Tienes toda la razón, ahora eres tú quien me obliga a pensar. Ya dije que no tengo una opinión definida acerca de esta ley, pero si los familiares de las víctimas enterradas en fosas comunes van a dormir ahora más tranquilas, quizás merezca la pena todo esto (aunque hoy la Audiencia ha parado las exhumaciones). No sé hasta dónde es justicia y a partir de dónde venganza, pero espero que se mantenga el límite, la delgada línea. Espero un nuevo post sobre el tema. Saludos.
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