Hallan mis manos el sabor hundido
de tus ojos, cerrados, igual que copas invertidas,
entre los pliegues oscuros de tu cuerpo.
Y la plata fundida del recuerdo
en molde de arabescos aprisiona
arborescente aliento que se cuaja.
Bebo en tus labios la luz precipitada,
la agonía de estrellas refugiadas
en el sueño profundo de los besos.
Pequeña evocación de la vida, para equilibrar el sonido oscuro de los apuntes anteriores. No sé si el verso es la materia que compensa o, más probablemente, vuela por su propio empuje, extiende alas de amplitud y dicha en espacios abiertos, silenciosos, aun fabricados de sonidos callados; luminosos, aun habitados de imágenes ciegas. Pero los días reciben, a veces, la visita del pensamiento ordenado y otras, en cambio, han de escuchar el reclamo jugoso de los versos, su dulce lamentar, cristalino y presuroso por brotar de nido oculto y recogido.
sabe el buen maestro que compartiendo un afán por el romanticismo he de alabar este poema... este canto al beso, a la vida y a la pasión. hace tiempo que no leía nada tuyo...pero que sepas que cada vez me sorprendes ( para mejor), al fin y al cabo no he tenido mejor profesor de latín ( bebedor de vino que e vuelve en ciertas ocasiones inconsciente..^^) felicidades, me ha encantado.
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