humo de las caricias negras y sedosas
para asfixiar tu aliento en ahogos obstinados
perezosos jadeos de los oscuros besos.
Por tu espalda se extiende la labor tenebrosa
de las manos que excavan el placer subterráneo
y al descuido te roban las letárgicas sombras
de tu piel abrumada de tesoros lascivos.
Y despiertas de sueños abismados en aguas
silenciosas y tenues como garzas heridas...
Para tender los vuelos de los labios alados
y beber el asombro de la luz extraída.
Vuelve el verso, impaciente, exigente, imperioso, a rasgar el perfil del pensamiento, a obtener su tributo de palabra medida, de sentimiento desmesurado. Una servidumbre que ahora me aprieta en la estrechez de la indecisión, de la duda. Pues bien quisiera que esta bitácora fuera mucho más constante en reflexión, en pensamiento. Y de nuevo Eros, bajo sus párpados azul oscuro, me fuerza a exaltar la voz y la imagen. No debiera. Tal vez. Pero dejemos que la página se manche con la negrura que se extiende, con la contaminada neblina de lo que sentimos, más allá o por otros derroteros de cuanto pensamos y necesitamos ordenar en nuestra mente. Habrá ocasión distinta. Y pronto...
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