Ponemos esa luz que hiere
despacio la razón y la somete,
la acaricia y la duerme, la ennoblece
en la penumbra imaginada
y tersa. Me pregunto si a veces
escuchas por detrás de ese silencio
que te envuelve de pronto,
de esa soledad de pasos suaves
lo que escribía entonces para ti.
Si es que de tanto en tanto
las palabras de letra
se encaraman como humo
de la ceniza antigua del recuerdo.
Si me coges la mano y si me miras
y me dices si de veras
te quiero, en la dulzura del deseo
y la memoria viva.
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