miércoles, 12 de noviembre de 2014

Madre con niño muerto.

Sobre mis ojos
toda la noche dulce, como un grito
desnudo.
Y entre los dedos
llevo la herida
negra,
la sombra de la nubes,
la sed marchita
que duerme, esclava, en los espejos.

Ah, qué blanca la palabra
derrotada en los dientes
sin nacer al aire;
qué amapola tu piel
de letras devoradas,
de nanas secas
que se beben la sangre del silencio.

Dónde pondré tu cuerpo,
niño mío,
sobre qué cuna me nacerá
tu muerte, limpia
como una espada ciega.
En qué pozo de sal oscura
podrán anochecer tus ojos,
despoblados
bajo la quemazón reseca de estos besos.

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