Lo que queda del mar
no es ya ni sangre,
desamparo, humedad,
seca memoria
acaso huérfana de pan
y de deseo.
Lo que queda de ti,
viento de ruina,
cárcel de exilio
lúgubre y vacío.
Te vestí de cristal,
de alas de luz
aguda y vaporosa;
te vestí de naufragio
renacido,
de cansancio
y de hambrientas agonías.
Hoy desnudas tu voz
y me dedicas
una beso simple,
una caricia,
lengua de compasión
y de distancia.
No me llevo a la boca
otra palabra
que la imagen ausente
de tus labios
encendidos de sal
y de marea,
de reflejo, o de fuego
abrupto y muerto.
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