domingo, 26 de mayo de 2013

Desalojado violentamente el Rectorado de la Universidad de Barcelona

Comentario al Blog de Manuel Delgado

Recuerdo de hace unos años la carta que escribí al rector de la UB, una tarde en la que no me permitieron entrar a la facultad de Geografía e Historia para leer a Erasmo de Rotterdam en la Biblioteca. Buscaba yo, para un amigo, pasajes latinos y griegos donde argumentaba el humanista sobre la presencia real y efectiva de Jesús en la comunión a partir de los textos evangélicos, que eran examinados con su proverbial acierto y buena fe. Hoy he evocado esta pequeña anécdota personal, al reconocer, con una amarga sonrisa, tu alusión a la vida de Jesús y al Nuevo Testamento.

No es la primera vez que dejas impresas estas huellas. No será la última, tampoco, que los sepulcros blanqueados que nos desgobiernan y desprecian, como a carne apaleable, nos recuerden que el pataleo solo podemos ejercerlo con pedacitos de papel en urnas de plástico, donde figuran siempre los nombres de los mismos perros de presa, cualesquiera que sean los collares con los que resulten elegidos para ladrar sus leyes en el sacratísimo nombre de la cacareada soberanía popular. Hablando de robots, tal vez no está de más recordar que si los asalariados anónimos de la porra son androides de ojos ausentes, quienes los amparan y sustentan, los representantes del pueblo, se pavonean a diario de su legitimidad indubitable, su sacrificada posición de cómplices cebados inescrachables y todas esas dignísimas pamemas que los adornan.

La democracia española es, Manuel, como sabes, el espejo de virtudes que encarnan nuestros representantes, la esperanza cierta y luminosa para tantos y tantos millones de parados, listaesperados, yayoflautas, recortados, inmigrados, quinceemeros, protestones... La democracia es, perdona que me emocione tan intensamente, el corazón, el hígado, el riñón, el testículo, la vesícula, diré más, la uña del meñique del Cuerpo Místico de la Nación en Marcha hacia la Felicidad Perpetua.

Perdona la extensión. Sabes que una causa justa siempre merece su poco de retórica... sagrada. Un saludo, de corazón. Y un abrazo, ingenuo.

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