He mirado tu voz desabrochada
en el agua lasciva de tus ojos;
se ha posado, mi amor, y sus dos alas
–siempre abiertas,
y vivas, y ambiciosas–
han extendido el vuelo de tu ausencia,
el aire hueco y denso del deseo.
Quiero tu boca amarga,
tu carne dúctil, y tu cuerpo,
lago que exhala
el humo abrupto de los besos,
la soledad negra y áspera. Y respiro
la levedad de la noche,
el exhausto cansancio con que gimes
y te desplomas
en la humedad dulce del placer.
He besado tu voz, y tu mirada,
y no hay espacio o sombra que me acoja
como tu sueño fresco, tu memoria
hecha pan de mi boca
y de mi espera.
Muy bueno...Me siento identificada.
ResponderEliminarGracias, Natalia. Espero que te entretenga todo lo que encuentres aquí, que ya va siendo quizá demasiado material de naufragio.
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