domingo, 11 de diciembre de 2011

El tiempo

La belleza del tiempo descansa en su abrumadora soledad, su esencia líquida, desprovista de límites, de encaje, de orden. Es un flujo que se alimenta de sí mismo, de su imposible vertebración en la realidad del espacio, por el que, sin embargo, atraviesa limpiamente, al que de hecho hiere sin tocarlo.

El tiempo es el estigma del espacio, la llaga imprevista que abre en la materia una hemorragia, silenciosa y oscura. Y la sangre, ausente, quizá describa un orden, un baile, oculto y sutil, una marea de dibujo y de sombra.

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