jueves, 20 de octubre de 2011

Pequeño romance

Tu voz en el cielo escribe
rastros de limpia penumbra,
caligrafía de escarcha,
sabor de letra y de luna.

El viento, como un mendigo,
descubre la herida oscura
que le han abierto de pronto
las palabras que dibujas.

Y pide, sangrando aroma
de tu música escritura,
que le dé el Señor oídos
esos con que la gente escucha.

(Pero anda tan distraído
leyendo Dios la dulzura
en el aire de tus versos
que el milagro no procura.)

¡Qué hielo de vil olvido
en su interior le rezuma,
mientras siembra la mañana
de poesía y hermosura!

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