jueves, 3 de marzo de 2011

Instrucciones de uso

Sobre todo al llegar a la piel es importante
que la mano te roce tibiamente,
que dibuje despacio sobre el vello
escalofríos dulces, progresivos.

Procuremos entonces que la sangre
rebusque ansiosamente
bocanadas de luz y de deseo
en sus pálpitos bruscos.

No es perdonable, desde luego,
olvidarse la cita que los labios
bajo la piel de las miradas
temblorosa,
secretamente han concertado.

Que acudan ya lúbricos, precisos,
devorados de ausencia,
a la tiniebla húmeda del beso.

Mientras, las manos,
como naves
tripuladas de fuego sofocado,
deben trazar rumbos secretos,
senderos de sabor mojado,
por la geometría de los cuerpos.

Quizá no es conveniente, sin embargo,
que calculemos el instante exacto,
la forma misma y sutil en que las bocas
recorrerán la piel. O todo el resto.

Lo que queda, mejor dejarlo escrito
solamente en el agua y en la sombra
con que cálidamente
unge el amor a sus felices siervos.

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