Te abrazo a veces,
luz mendiga,
con repentinos párpados,
y a veces en los ojos
desnuda
te recojo.
Cuerpo adentro
en sigilo
cuidadoso te llevo
por oscuros caminos
de cauces
interiores.
Y a escondidas
derramas
los pequeños latidos
de rumor
y de ausencia.
Transparencia mojada,
tu blanda calidez
de temblorosas yemas
emergidas.
Qué espesura el sabor
amanecido
de besar las palabras
con que cubro
tu cuerpo blanco
y tibio.
Dulce luz, pordiosera
que no tienes
cama propia
ni espejo,
esta voz que te viste
es tu amante,
tu cristal
y tu huella.
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