Heredarás la sal, amada,
y el reflejo
que sembraba en mi boca
tu mirada.
Te dejaré la luz
cubierta y triste,
embriagadoramente amortajada.
Me velarás entonces, imprudente,
como aceite tus manos,
cuya danza
dibujará mi cuerpo,
mi memoria,
como una piel de aire adormilada.
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