Te dejaré en los labios
mi voz, como una fruta ávida,
espesa y apacible,
con su sabor extenso
a sueños negros y a reflejos.
Prenderé de tu sed
el anhelo mojado
de pulpa llena y fresca,
la música suave
de las bocas que besan
profundidad, y luz,
y viento, y tiempo.
Nunca recordarás, amor,
surco alguno más dulce,
estela más mordida,
o espumas más celestes.
El ángel de tu lengua
en la mía se embriaga
de semilla y de nube,
y de saliva, y de ola.
Es la materia húmeda
que vive en estos besos.
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