Dejo ahora, en ese
espacio otro, un esbozo, un inesperado impulso de revitalización de tópico. La enésima visitación del
Carpe diem. Quizá este tipo de cosas solo son permisibles en la rara y fronteriza naturaleza de las bitácoras. Son tierra de nadie, embajada fugaz en las pantallas mudas. Palabras ázimas sin consagrar. Penitentes en sombra. Y así puede uno ir provocando extrañas mezclas, cortocircuitos inesperados.
Y, cosa que aún sorprende más, puede uno recibir amables palabras, juicios apreciativos. Es eso quizá lo que nos mantiene uncidos a la costumbre de arar líneas en este campo yermo y fantasmal que son los prados cibernéticos. Una agricultura que siembra voces acalladas y cosecha halagos silenciosos. Letras sobre letras. Sin papeles ni identidad precisa y cartografiable.
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