No querrás que este aire se deshaga,
se desnude de luz y de silencio,
y deje todo el resplandor caído
en la sombra delgada del deseo.
No tendrás el olvido entre los labios,
mojados, como el tiempo, por los besos
cuidadosos y leves de esta lluvia,
resbalada en la piel de los recuerdos.
No pondré más quietud que este susurro
que desliza una voz anochecida
por la espalda suave de tu ausencia.
Y dejaré la sal, y el mar, y la distancia,
y la sangre que sueña tu mirada,
y la menuda voz con que me amaste.
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