Queda el viento dormido por tu boca:
como una nacarada sombra helada,
o un cristal de perfume, o una alada
manera de morirse me convoca
a la sangre deshecha y a la poca
soledad que me queda enajenada.
Dame a luz la pericia enamorada
de tus besos de sal y lumbre; toca
la frontera glacial de la alegría,
el filo trabajoso de esta suerte
generosa de fruto y de agonía.
¡Ay, querencia de frío y de tenerte
desnudada de luz en demasía,
en los brazos callados de la muerte!
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