jueves, 6 de septiembre de 2012

He tejido la sal

He tejido la sal ardiente de tus ojos
plenos en la serena calidez del sueño.
He surcado el silencio con mis manos
hambrientas de temblor y de gemido.

Mujer, la luz mejor con hilos invisibles
balbucea desnuda ante tu rostro
redes de soledad, mareas de hermosura,
ahogos en vano de lumbre y sangre espesa.

Vengo a ti en la querencia de tu boca,
en la esperanza dulce de tu cuerpo,
como un soldado amante,
como un mar embrujado,
un dibujo borroso
que busca devorado
amparo en tu saliva,
refugio y vida
en el pincel preciso de tu lengua.

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