He buscado tus páramos, la herida
de tu gallardo amor por sueños ciegos,
he apurado el silencio de la copa
privada de tu vino y tu palabra.
Apetencia de ti, hambre de tierra
desapaciblemente fértil, voces
agrandadas en ecos engañosos,
sed de besar la boca de tu ausencia.
Mi mirada, rendida mansedumbre,
tibio nido de limbos deshuesados,
tumba para el azar, para el deseo,
cielo negro de lobo evanescente.
Te encontraré en la yema de los dedos,
en la respiración honda y sedosa,
en el veneno sobrio que la muerte
deja en la piel inerte de esta noche.
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