Si el aire grita muerte,
si tus manos se llenan de luz cuajada en sangre
si la luna
pone los dedos en una nube incierta de jirones oscuros,
si te exalta el olor agrio de los pasos perdidos,
si un ruido anónimo resquebraja tenazmente el crepúsculo,
si se fragmenta el tiempo
en trozos de sombra y abandono, en vacías
madrigueras de huesos requemados,
si no esperas ya heridas
que abran dulcemente floraciones de sal y de espuma,
si abruptamente niegas
por tres veces la piel enardecida,
el sueño enfático del cuerpo al sumergirse
en fuego y sed de aguas rebosadas,
si nada siquiera ya deseas,
qué es entonces el curso, dime, de los días,
el flujo de miradas y de cuerpos,
el ritmo de vigilias y de espacios
habitados de imágenes nocturnas,
qué es todo sino ausencia
disecada en palabras,
hambre hueca, inapetencia oscura,
apenas otra cosa
que negra sinrazón humana.
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