Es una llaga helada,
un escozor de filos
que hieren en la piel abruptamente.
Tengo tus manos
dentro de mí, tus ojos y tus labios,
como ofrendas preciosas,
o promesas
precipitadas de cuerpos insaciables.
Quiebran los ecos de tu voz
como arados en sombras
toda mi piel,
toda la sed de ti, la sed de lluvia dulce
nacida de tu boca incontrolable.
Me sembrarás de luz
de nieve cuidadosa.
Por tus cabellos
trepará mi deseo hasta la cumbre,
donde el olvido habita
y la memoria,
donde es espeso el tiempo
e inacabablemente dulce de decirte.
Te estoy queriendo
desde un siempre mojado,
desde este nunca que ahora ya se viste
de tu presencia
y tu figura amada, de sencillez y de aire,
del olor abundante
del placer infinito que me entregas.
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