martes, 2 de marzo de 2010

Ciegas esperanzas (II)

Qué silencio de agujas repentinas
se demora en mis labios. La marea
del deseo se extiende hacia la muerte;
y el cristal, empapado de tu imagen,
pone un brote de sal en la tiniebla
engañosa de vientos derruidos.

Dame apenas tu boca,
un espacio de siempres afilados,
un vacío de nuncas ateridos,
un sabor de recuerdos invencibles,
una espada de ardientes libaciones
embriagada de luz y de memoria.

1 comentario:

  1. Siempre he pasado rozando la poesía, empeñado en entender racionalmente lo que sólo se puede sentir a través de la fuerza de las palabras. Así que todavía no puedo. Cuando intento atrapar los versos para analizarlos, me huyen. Pero me muevo por intuiciones y por olores. Sólo un par de cosas (o tres, ya iremos viendo): el vigor de las imágenes, ese extraordinario apóstrofe de los dos primeros versos, y la cadencia en la sucesión de metáforas de la última estrofa. Sin poder echar mano de análisis más técnicos, sólo me queda decir una cosa: me parece una composición fantástica. Enhorabuena y gracias por compartirla.

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